Por cuanto los escritores del N. Testamento se apropian muchos pasajes
del A. T. para usarlos como ilustración o por vía de aplicación especial,
muchos han sostenido que todas las citas traídas del A. T., aun las profecías
mesiánicas, han sido aplicadas en el Nuevo Testamento en un sentido que
difiere, más o menos ampliamente, de su significado original. Tal ha sido la
posición asumida especialmente por muchos racionalistas de Alemania, y algunos
han llegado hasta a enseñar que nuestro Señor se acomodó a las preocupaciones
de su época y pueblo. Nos dicen que el uso que él hizo de las Escrituras era la
naturaleza del argumento y la apelación ad hominem; y hasta que
sus palabras tocantes a la expulsión de demonios, -así como otros
asuntos de creencias judías, no era más que una transacción con los errores y
supersticiones del vulgo.
Semejante teoría de acomodamiento debe ser repudiada por todo exegeta
sobrio y reflexivo. Con ello se enseña, virtualmente, que Cristo propagaba
falsedades y acusaría a cada escritor del N. T. de una especie de ilusión, dolo
mental y religioso. En realidad, el divino Maestro, como todo maestro sabio,
acomodó o adaptó .sus enseñanzas a la capacidad de sus
oyentes; es decir, condescendió a colocarse él en el plano de la
ignorancia o escaso conocimiento de ellos. Hablaba de manera que aun el vulgo
pudiera entender y, entendiendo, creer y ser salvos, pero declaraba que en
aquellos que no tenían disposición para investigar y poner a prueba su verdad,
las palabras de Isaías (6: 9-10 ) recibían una nueva aplicación y un
cumplimiento muy significativo (Mat.13:14-15) y esto era estrictamente
cierto. Las palabras de Isaías fueron, originariamente, dirigidas a los
corazones aletargados y ciegos del Israel de otra época. Ezequiel las repitió
con igual propiedad acerca del Israel de una generación posterior (Ezeq. 12:2)
y nuestro Señor las citó aplicándolas al Israel de su día, como una de esas
Escrituras homiléticas que se cumplen una y otra vez en la historia humana
cuando las facultades de percepción espiritual se embotan perversamente para
con las verdades de Dios. La profecía en cuestión no era la predicción de un
acontecimiento especial sino un oráculo de Dios, de líneas generales y de
naturaleza tal que lo hacía susceptible de repetidos cumplimientos. Por eso
tales profecías no suministran dobles sentidos. El sentido, en cada caso, es
simple y directo, pero el lenguaje es susceptible de varias y aun de múltiples
aplicaciones. Y aquí observamos un sentido correcto en el que las palabras
bíblicas pueden acomodarse a ocasiones y objetos particulares. La hallamos en
los múltiples usos y aplicaciones de los cuales son susceptibles las palabras
de divina inspiración.
En Mateo 2:17-18 se cita el lenguaje de Jeremías 31: 15 como
cumplido en el llanto y lamentación ocasionados por la masacre de párvulos en
Belén. En el más elevado giro de concepto poético, el profeta Jeremías presenta
la aflicción de las penalidades y el destierro de Israel. Se le ocurre la idea
de que a la afectuosa Raquel, -madre de la casa de José, Efraín y
Manasés (Gén. 30:24; 41:51, 52) y madre de Benjamín (Gén.
35:18, 20)--, se la oyera llorar y lamentarse en Ramah por la pérdida
de sus hijos. El profeta menciona a Efraín (Jer. 31:18, 20) como la tribu
principal y representativa de todo Israel. La agonía de la tierna madre es
sobre un dolor más grande que sólo el destierro de Judá. Introduce, también, la
derrota y cautividad de Efraín, y se menciona a Raquel más bien que a Lea, a
causa de su gran deseo por tener hijos (Gén. 30:1) y las melancólicas
circunstancias de su fallecimiento (Gén. 35:18) . Se representa la lamentación
como oída en Ramah, por varios motivos. Esa ciudad ocupaba una prominencia
notable en el territorio de la tribu de Benjamín, desde la cual el poeta
concibe que el sonido de los lamentos pudiera extenderse hasta las orillas de
las tierras de Benjamín y de Judá. En Ramah estuvo el hogar de Anna, madre de
Samuel, (1 Sam. 1:19-20 ), cuyas ansias maternales fueron tan
semejantes a las de Raquel. También fué en Ramah donde los proscritos judíos
fueron reunidos antes de su deportación a Babilonia (Jer. 40:1). El corazón de
Raquel, en ojos del profeta, era lo suficientemente grande como para sentir y
lamentar las angustias de todos los hijos de Jacob. Todo esto ocurre a la mente
del evangelista al relatar la masacre de los niñitos de los alrededores de
Belén (Mat. 2:16) . Le parece como si el corazón lleno de amor materno, de
Raquel, clamase una vez más, aun desde el fondo de su tumba, no siendo esta
segunda angustia más que una repetición de la del destierro, siendo la primera
un tipo de la última. Y esto fue un cumplimiento de aquella poética profecía
aunque no se diga que esta aflicción de Belén aconteció para que se
cumplieran las palabras de Jeremías. Mediante un
"acomodamiento" correcto y legítimo el evangelista trae las palabras
del profeta para reforzar su relato del tremendo duelo. Dice Davidson:
"Teniendo en cuenta la íntima relación entre tipo y antitipo, ora el
primero sea una persona, como, por ej., David, ora un acontecimiento, como el
nacimiento de un niño, no hay por qué hallar tropezadero en la manera como se
introducen ciertas citas en el N. T. ni recurrir a otros modos de explicación
que parecen ser objecionables. No adoptamos, como algunos, la hipótesis de un
doble sentido, para la cual hay objeciones de gran peso. Tampoco
concebimos que el principio de acomodamiento, aun en su forma más
indulgente, se eleve hasta la verdad. Los pasajes que contienen profecías
típicas siempre tienen una referencia directa a hechos o cosas en la historia
de las personas, o pueblo, de quienes es obvio que el contexto se ocupa. Pero
estos hechos o circunstancias eran típicos de operaciones espirituales en la
historia del Salvador y de su reino".
REVISADO POR EL MAESTRO CARLOS HERNÁNDEZ CRUZ 10-ABRIL-2018
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